CAPITULO 8 "LA VAMPIRA DEL LLAVERO"
“La vampira del llavero”
A veces pienso en ese llavero.
Pequeño, brillante, con una figura que me representaba según él:
una mujer sexy, cabello negro, mirada peligrosa.
Me decía “eres mi vampira”
y yo reía sin saber cuánto de verdad había en esa frase.
Él lo había comprado porque le recordaba a mí.
Decía que ese pequeño objeto “tenía mi misma actitud, mi forma de mirar, mi cuerpo”.
Y yo me convertí en su fetiche de bolsillo.
La mujer que deseaba, que encendía sus noches, que marcaba su ausencia incluso en su llavero.
Yo era su deseo incontrolable.
Su sombra favorita.
La mujer que amaba con el corazón,
pero consumía como si fuera whisky barato en madrugada.
Dante —seudónimo, porque su verdadero nombre no importa tanto como lo que hizo—
me deseaba.
Me tenía en sus llaves, en su bolsillo,
como si pudiera llevarme a todos lados sin enfrentarme realmente.
Y cuando sonaba Lady Blue, lo veía partir sin moverse.
Como si la canción fuera una pista de despegue para su tristeza,
una cápsula emocional que solo él entendía.
“Y ahora estás tan lejos, Lady Blue…”
¿Pensaba en mí o en la idea que tenía de mí?
Me pregunto si alguna vez creyó en nosotros.
Si alguna vez quiso quedarse.
¿O solo me quiso lo justo para no amarme del todo?
Porque ser la vampira suena a poder…
pero dolía como abandono.
Y sin embargo, no supo quedarse.
No supo proteger a su vampira.
Tal vez porque para amar a una mujer así,
hace falta más que pasión:
hace falta valentía.
Y él era muchas cosas:
borracho, mujeriego, cobarde,
pero también fue el hombre con el que compartí la posibilidad de una vida.
De un hijo.
De un amor que no se dio, pero que existió igual.
Supe que una mujer con la que estuvo —una más en su fila de olvidos—
le botó el llavero.
Lo rompió sin saber lo que significaba.
Y él… lloró.
Lloró por ese objeto, por ese recuerdo.
Por mí.
Y ahora que escucho Lady Blue con otros oídos,
no puedo evitar preguntarme:
¿Qué se hace con todo el amor que ya no se entrega, con todo lo que nunca aterrizó y aún así dolió como si hubiera vivido en carne y hueso?
Hoy sé que ya no soy su vampira.
Ni su deseo.
Ni su historia.
Soy la mujer que aprendió a no vivir en los llaveros de nadie.
Soy la que vuela.
La que recuerda.
La que escribe.
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