Canciones; La barca- Luis Miguel
“La Barca” — Y yo fui la que se quedó en la orilla
Basado en la canción de Luis Miguel
Hay canciones que no se escuchan,
se sienten.
Y luego están esas otras, que no solo se sienten…
sino que te reflejan por completo.
Como si alguien las hubiera escrito después de ver tu historia,
pero con la cortesía de ponerle melodía en vez de escándalo.
“La Barca”, compuesta por Roberto Cantoral en 1957 y popularizada por Luis Miguel en su álbum Romance (1991),es exactamente eso:
una canción para quienes han amado de verdad y se han quedado viendo cómo el otro se va sin mirar atrás.
Yo la escuché por primera vez justo cuando pensaba en él.
Mr. Jay.
Ese amor que llegó sin aviso, se quedó sin promesa,
y partió como si llevara siglos preparándose para hacerlo.
Y al oír los primeros acordes, supe que la canción era para mí.
O mejor dicho, sobre mí.
Sobre nosotros.
> “Dicen que la distancia es el olvido,
pero yo no concibo esa razón…”
La distancia nos separó, sí.
Pero no borró nada.
Ni sus brazos perfectos.
Ni mis ganas multiplicadas.
Ni los dieciséis orgasmos ni las noches donde fui suya sin dudar.
Dicen que el tiempo cura.
Mentira.
Lo único que hace es dejarte sonriendo ante la herida… como si ya no sangrara.
> “Porque yo seguiré siendo el cautivo
de los caprichos de tu corazón…”
Él me decía que era su mujer.
Me veía como algo que deseaba sin poder controlar.
Y yo también era presa de él.
De sus palabras, de su olor, de su forma de hacerme sentir única.
Era esclava de una libertad que solo sentía en sus brazos.
> “Supiste esclarecer mis pensamientos,
me diste la verdad que yo soñé…”
Con él todo era claro.
No necesitaba explicaciones, solo su cuerpo junto al mío.
Y por un momento,
creí que eso bastaba.
> “Ahuyentaste de mí los sufrimientos
en la primera noche que te amé…”
Sí.
Esa noche.
Donde el mundo desapareció.
Donde no necesitábamos nada más.
Donde fui feliz… sin saber que era la última vez que estaría completa.
> “Hoy mi playa se viste de amargura
porque tu barca tiene que partir…”
Y partió.
No con rabia.
Ni con excusas.
Solo con esa calma brutal de quien ya tomó una decisión.
Y yo me quedé en la orilla.
Con la piel tibia.
Con los labios húmedos.
Con el alma descalza.
> “A cruzar otros mares de locura,
cuida que no naufrague en tu vivir…”
Él siguió.
O al menos eso quiso hacer.
Pero una parte de mí siente que ningún puerto lo va a sostener como lo hacía mi abrazo.
> “Cuando la luz del sol se esté apagando,
y te sientas cansada de vagar…”
Él volverá a pensar en mí.
Cuando ya no haya deseo en las otras camas.
Cuando el silencio le pese.
Cuando su propio reflejo ya no le devuelva la misma seguridad.
> “Piensa que yo, por ti estaré esperando…
hasta que tú decidas regresar.”
Y aunque no quiera admitirlo…
una parte de mí sigue esperándolo.
No en la puerta.
No con ilusiones baratas.
Pero sí en lo profundo.
Ahí donde nadie entra.
Ahí donde su nombre no se borra aunque lo intente.
Dedicado a Mr. Jay,
El único que supo cómo tocar mi alma a través del cuerpo.
El que me decía babas cuando nadie más me hacía reír.
El que me hizo sentir invencible, deseada, completa…
y que, sin saberlo,
se convirtió en la razón por la que esta canción me duele cada vez que suena.
Porque aunque su barca ya haya partido…
yo sigo siendo la orilla que lo recuerda,
con la sonrisa rota y el apodo más tonto y más real del mundo todavía susurrándome:
Babas.
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