Capitulo 13 Cierro mis ojos, pero no olvido

Hay canciones que sabemos que no son para nosotras, pero igual nos quedamos en ellas. Nos aferramos como quien se envuelve con una manta que aún huele al otro, aunque sepamos que esa manta no nos abriga del todo.

“Cierro mis ojos para que tú no sientas ningún miedo...”
"Cierro mis ojos para que no tengas ningún miedo..."

Esa era su canción.
La de Dante.
Y aunque yo intuía que él se la dedicaba a alguien más… igual la cantaba bajito cuando la ponía. En su forma de amar había una dulzura torpe, una ternura escondida entre errores y evasiones.

Él ocultaba sus tristezas con risas, largas jornadas de trabajo y esas escapadas de dos o tres días en las que simplemente… desaparecía. Volvía ojeroso, con olor a licor, a humo, quizás a otros cuerpos, pero siempre con esa mirada rota.

Tenía vicios. Gastaba sin pensar. Se refugiaba en la noche para ahogar fantasmas que no sabía cómo enfrentar.

“Cierro mis ojos para escuchar tu voz diciendo amor / para que digas hoy de verdad lo mucho que me quieres...”
"Cierro los ojos para escuchar cómo dices ‘amor’, para que hoy digas de verdad lo mucho que me amas..."

Y yo, que lo quería, me quedaba con esa melodía que sonaba a promesa, pero vibraba a soledad.

“Yo no te veré, yo no te veré / puedes hacer lo que quieras conmigo / no te miraré, no te miraré hasta que tú me lo pidas amor.”
"Yo no te miraré... puedes hacer lo que quieras conmigo... no te miraré hasta que tú me lo pidas..."

Esas líneas... me dolían en silencio. Mientras él decía “haz lo que quieras”, yo sostenía todo lo que él estaba rompiendo. Yo, reparadora de daños ajenos.

Dante no era cruel; estaba roto.
Y yo –como tantas veces– intentaba sanar un dolor que ni siquiera era mío.

“Cierro mis ojos para que tú me mires y no tiembles, y puedas darme tu amor tal como es.”
"Cierro los ojos para que me mires sin temblar, y puedas amarme tal como soy."

Yo también cerraba los ojos. Para no reconocer que, aunque él estuviera, no siempre estaba conmigo. Para no aceptar que su canción –aunque sonara en mi presencia– no estaba dedicada a mí.

Ahora entiendo que no todos los gestos tiernos son promesas ni todas las canciones compartidas son verdades.
Aprendí que a veces querer no basta, si el otro no puede corresponderte desde su propio centro.

Y aunque no te recuerdo con amor, te recuerdo con cariño.
Sin odio. Sin rencor.
Porque incluso lo que no fue, me enseñó a ser.

Comentarios

Entradas populares