N° 02 "Medianoche con Sinatra"

Hay voces que no se escuchan.
Se sienten.
Se quedan.
Vuelven cuando menos lo esperas.
Frank Sinatra es una de esas voces.

No grita. No se justifica.
Solo canta.
Con la elegancia del que ya ha perdido —y aún así— decide volver a amar.


Francis Albert Sinatra nació un 12 de diciembre de 1915, en Hoboken, Nueva Jersey.
Hijo único. Hijo de inmigrantes. Hijo del ruido de la calle, del jazz que cruzaba ventanas, del deseo de no ser uno más.

Desde joven supo que no tenía rostro de galán ni cuerpo de héroe…
pero tenía una voz que podía doblar el aire.
Y eso fue suficiente.

Lo llamaron La Voz.
Porque no necesitaba apellidos.


Frank no fue perfecto.
Fue pasional, hiriente, melancólico, magnético.
Pero jamás fue tibio.

Amó con intensidad.
Cayó en escándalos.
Se levantó desde el fondo con un cigarro en la mano y una orquesta detrás.
Y cada vez que regresó,
nos dejó una canción que parecía escrita para lo que no sabíamos cómo decir.


Cosas que nadie sabe...

Yo nací en 1999.
Mi generación creció con reguetón, pop plástico y canciones de dos minutos.
Y sin embargo…
a mis ocho años, mientras miraba el canal TV Perú, una mujer de ficción llamada la abuela Nicolasa —tal vez la recuerdes si creciste con calma— habló de un hombre llamado Sinatra.

Dijo su nombre con respeto. Con cariño.
Y sonó un fragmento de su voz.
Solo unos segundos…
pero fueron suficientes para que algo en mí se encendiera sin saber por qué.

Diez años después, a mis 19, me enamoré.
No del hombre equivocado.
Del amor ingenuo.
Del que uno vive como si no fuera a doler.

Se llamaba Albert.
Y por alguna razón, en medio de playlists, apareció Frank Albert Sinatra.

Coincidencia. Casualidad.
¿Destino?
No sé.
Pero ese fue el día que abrí mi primer blog.

Una noche de enero, el 25 de enero de 2020,
con “I Love You Baby” sonando de fondo.
Una canción que él no escribió, pero que él hizo eterna.

Frank. Albert. Yo.
Y una historia que empezaba… sin saber aún cómo terminaría.

Por eso este espacio existe.
Este rincón.

Porque Sinatra no es solo música de abuelos.
Es banda sonora de almas sensibles, de mujeres que amaron con clase,
de personas que sobrevivieron a sí mismas y aún tienen espacio para una copa, una canción y una esperanza.

Aquí hablaré de su historia,
de sus discos,
de lo que callaba mientras cantaba,
y de lo que yo viví mientras él sonaba en algún fondo emocional que no siempre supe entender.

El lugar donde la madrugada se sirve en copa corta,
el amor se recuerda con saxofón,
y la elegancia no se vende: se lleva en la herida.

Frank Sinatra no ha muerto.
Porque hay voces que no se apagan…
solo se quedan esperando que alguien las escuche como se debe:
con el alma abierta.

Comentarios

Entradas populares